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barbacana

Hilario

Hace muchos años vivía en el pueblo, un señor llamado Hilario, apodado

“el cascarillas”, era pequeño, menudo, siempre con su boina calada, y unos

ojos vivarachos.

Creo que andaba por el pueblo haciendo algún recado, o favores a quien

se lo pedía. Venía a mi casa muchas veces, fue una especie de canguro

para nosotros.

Mi madre le llamaba siempre que nos tenía que dejar solos, para que nos

cuidara. Debió de desaparecer pronto, ya que no le recuerdo de adulta.

Es un referente de mi niñez,  una persona dotada de una inteligencia

natural fuera de lo común, recitaba e inventaba poesías, nos contaba

cuentos, escenificaba pequeños teatrillos.

Si no comíamos, nos hablaba de las bondades de la comida, del buen

comportamiento etc. Y lo mejor es que era divertido, alegre, y siempre

dispuesto.

Todavía me acuerdo de algún verso que nos recitaba.

Prudente y humilde, una bellísima persona. No sé si tenía familia.

Pero este dónde esté. ¡Gracias Hilario, eras un hombre sabio y sabías

transmitir tu entusiasmo por la vida! 

4 comentarios

Pily E. -

Querida Avelina,yo también le recuerdo,ya que era vecino de mis tíos Alfonso y Conchita,y pasaba mucho por el huerto.
Aún me acuerdo,que no se porque motivo,se le gangrenó una pierna, que le tuvieron que amputar, no se si en el hospital de Calatorao,pero si que estuvo allí ingresado, fuí alguna vez a visitarle con mi madre y mi tía.

cruz -

Avelina, recordar hechos y personas con tanta humanidad alimenta el alma; Un abrazo.

Avelina -

No sabía si alguien le recordaba, pero aquellos eran tiempos
difíciles, y yo también recuerdo que mi madre le pagaba,
con comida de casa, de matanza, huevos y así.
Siempre estaba contento.
Nunca supe dónde vivía. Es un recuerdo triste,
pero a la vez me siento agradecida por haberle conocido.


Porfi -

Mi tío Hilario, vivía en una casa-cueva en la parte de abajo del barranco de las escuelas, no recuerdo el nombre de la calle.
Entre las bodegas y las casas de ésa parte del pueblo que estaban horadadas en la roca.
Recuerdo que en mi primera comunión fué invitado y me recitó una de aquellas poesias con rima jotera que levantó la hilaridad, la sonrisa y el aplauso de todos.
Mi madre tenía con él un pacto de afecto que tampoco tengo muy claro y que le suponía algo para comer en aquellos años tan difíciles.