Blogia
barbacana

La Pepa

Mi gata pasó a formar parte de la familia cuando sólo tenia 1 ó 2 semanitas de vida. Fuimos a recogerla a Calatorao (el pueblo de mi madre en Zaragoza). La llamamos Pepa, como su madre, que era la gata de mi bisabuelo Vicente.
 
Entonces mi gata era muy chiquitita, marrón blanquecina y durante unas semanas le tuvimos que alimentar a base de leche con una jeringuilla. Yo tenía tan sólo 7 años y me daba miedo cogerla, pero la observaba y tenemos un video en el que, recién nos la habían dado, yo le decía a mi hermana con un acento maño exagerado que “no se habia dormidooo, que yo también pensaba eso y se ha movido”
 
Mi gata se venía a dormir conmigo y mi hermana, que compartíamos habitación, y se resguardaba en una de las camas hasta que mi madre antes de irse a dormir se la llevaba a su cesta. Mi hermana y yo nos peleábamos por ver con quién elegía la Pepa dormir esa noche. Siempre sentí mi gata más mía que de ella, y por eso años después me sentía orgullosa cuando si cambiaba de habitación una noche excepcionalmente, la Pepa continuaba viniendo a dormir conmigo (eso contradecía lo que mi hermana decía de que los gatos cogen cariño a un sitio y no a la persona)
 
La Pepa siempre ha sido muy espabilada y pronto aprendió a reconocer la hora en que mi madre iría a buscarla a nuestras camas, y se escondía donde no se podía alcanzar a cogerla. Así comenzó a dormir todas las noches acurrucada a mi lado. Cuando veía que me levantaba del sofá para ir a dormir, ella ya salía corriendo y se preparaba en la cabecera de la cama. Si yo me tapaba ella me rascaba un poquito con sus uñas en la cabeza para que la abriese el edredón y meterse al calorcito.
 
Siempre buscaba el sitio más caliente. Cuando vivíamos en Madrid subía por las estanterías y el televisor para llegar a tumbarse encima del video, y nunca tiraba nada, se sabía de memoria donde estaba colocado cada adorno y se paraba a mirar lo que habíamos movido de sitio. Aprovechaba aunque fuese un único rayo de sol que diese en el comedor o la terraza, y allí estaba ella rempancingada tomando el solecito. Si te levantabas del sofá, da igual que estuviese profundamente dormida, se despertaba sólo para venir a ocupar el sitio que tu culo había dejado calentito.
 
Jugaba con cualquier pelota que cayese al suelo (o cualquier otro objeto que pudiese ser deslizado) hasta que se le colaba debajo del sofá. Cazaba moscas. En el camping trepaba a los árboles y luego gritaba a maullidos que no sabía bajar. Mi abuelo entonces se cogía una escalera e iba a rescatarla.
 
De pequeña se dejaba cortar las uñas por mi madre, su cuidadora nata, pero ya de mayor no había quién se las tocase y ella, toda chula, la reina de la casa, no dudaba en dar un zarpazo a cualquiera que la molestase (sobre todo a los desconocidos). Ella era muy de la familia y punto, pero con todo su carácter. Por eso yo, que en seguida le perdí el miedo, llevaba siempre las manos con arañazos y cuando estaba con el celo aprovechaba a hacerle todas las perrerías que se me ocurrían.
 
Pues sí, tenía el celo no sé cuántas veces al año, pero odiaba a los gatos o a cualquier otro animal que invadiese su terreno. Si en el camping a un perro se le escapaba una pelota a nuestra parcela, ¡que la diese por perdida porque ahí estaba mi gata plantándole cara!
 
Con los años se fue haciendo más mansa, ya no odiaba tanto a los extraños, sobre todo si eran hombres le encantaba subirse en sus rodillas. Se fue volviendo una viejecita dulce, exquisita con al comida (como siempre lo ha sido) y con más achaques.
 
Siempre pensé que cuando me independizase me la llevaría, pero de esto hace 2 años y mi gata ya necesitaba entonces que se estuviera muy pendiente de ella, tarea que mi madre ha desempeñado excepcionalmente. Por este motivo cuando me fui no me la pude llevar y sólo la veía cuando iba a visitar a mis padres. Entraba en casa y decía “¿Dónde anda la Pepa?” e iba corriendo a darle besos y a decirle lo mucho que la quería y que era la gata más bonita del mundo. Ella ya no salía a recibirme siempre, entonces era la niña mimada de la mama, y la mama era la preferida de la Pepa, ya que estaban todos los días juntas. Ahora dormía sola, hasta que mi padre se iba a trabajar y entonces ocupaba su sitio. Si un día no me hacía caso le decía que era una chaquetera, y en un ratito de hacerle cariños ya me la había ganado.
 
Siempre ha sido muy guapa, una siamesa estilosa, delgadita… La Naomi Campbell de los gatos. Con los años se ha quedado mucho más delgada, estos días sobretodo casi no pensaba nada.
 
Tenía más de 18 años, ha tenido una vida muy larga pero nunca me hice a la idea de perderla, de que un día no estaría. Aún ahora cuando iba a comer a casa de mis padres venía corriendo a que la cogiese en mis rodillas mientras comíamos, y luego se acurrucaba entre mis brazos para echarnos la siesta.
 
Es cierto, nunca me hice a la idea de que se iría. Era mi hermana, mi amiga, mi compañera desde los 7 años, prácticamente desde que tengo conciencia. Una vida juntas. Ha estado sentada en mi escritorio mientras estudiaba, tumbada en mi pecho mientras veía la tele… Cuando me iba enfadada o llorando a mi habitación y daba un portazo porque no quería ver a nadie, ella venía detrás y dulcemente con una patita rascaba la puerta. Yo la escuchaba, un sonido imperceptible para mucha gente que yo escuchaba, y abría la puerta para dejarla entrar. Si algún día me iba a dormir y se retrasaba un poco en venir, esperaba en la cama a oír ese ruidito que anunciaba que estaba tras la puerta dispuesta a entrar. Aún hoy en día en mi casa a veces oigo un ruido muy similar y casi me levanto de un salto para ir a abrir la puerta.
 
Mi gatita, mi debilidad, mi Pepa… La he querido con todo mi corazón y ahora ya no está. Se ha ido y la hemos dejado allí sola, dormidita en la mesa de la veterinaria. Hoy se me ha roto el corazón.

4 comentarios

Pily E. -

Diana, cariño,es doloroso, es cierto, pero juntas lo superaremos, llegará el día, que cuando hablemos de ella,en vez de llorar nos reiremos, recórdandola.

cruz -

Como pañuelos blancos de adios viajan las nubes, el viento las sacude con sus viajeras manos. De Pablo Neruda. Para tu gatita.

Carmina -

Diana, me a encantado el escrito de tu gata,es muy triste qué se mueran los seres qué más queremos,se nota por tu escrito qué la querias de verdad y por eso la llevaras siempre en el corazón.

Porfi -

Tal para cual mi niña...en bondad y ternura.

Sería necesario lanzar hacia el cielo todos los posibles círculos concéntricos de afectos, que analizasen el precioso laberinto de los sueños de una niña, de los arrullos candorosos de una bonita adolescencia.

¿A una gata?.
Sí a una gata ¿porqué no?.
A un ser querido que nos ha hecho la vida más amena, más cercana, más dulce y que abrió las lejanas esperanzas de los hoy, más palpables horizontes.