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barbacana

...y el recuerdo de su alegría.

Yo tengo muchas fotografías.

Mas de las deseables para estar a menudo revisándolas.

Hay muchas de ellas que están destinadas a engrosar el enorme montón de las fútiles, de las sin valor, de las intrascendentes.

Pero la que he puesto antes ha entrado de lleno en la carpeta de las que considero imprescindibles en el curso de mi vida.

Está tomada en una sala de Barbacana.

En ella aparecen unas personas que quizá en el momento de la toma no tenían consciencia de que penetraban silenciosamente en el armario de mis recuerdos dulces.

Lo digo porque nadie parece posar. Nadie parece darse cuenta de que estamos siendo captados por una cámara. No tiene nadie el aspecto de ése punto en que todos buscamos el lado bueno de la fisonomía, o  la postura más adecuada o de ser conscientes de ésa barriga o ésa calvicie que se van haciendo con los años, lamentablemente inocultables.

 

Fernando siempre  pendiente de su amigo, presto a cualquier movimiento en falso a cualquier desequilibrio, protector, cariñoso y cercano, como un hijo propio.

Dª Paquita sonriente, como adelantando ¡lo que nos queda, maños míos! de sus largas charlas, de sus palabras ocurrentes, de su gracia incontenible. ¡Si lo sabrá ella!.

Pili como saboreando la ensalada de afectos  que se iba a producir en el encuentro de personas con labia, con la palabra dispuesta y con el corazón abierto al requiebro.

Carmen riéndose de algo que escucha, quizá aquellos “Maño ven aquí, acércate un poco más que no muerdo, que siempre has sido medio escurridizo, medio zarandeta”.

Yo, sabiendo la categoría del contertulio,  pensando qué decir para no hacer ante él un tremendo ridículo y de paso manifestarle mi respeto y mi alegría.

 

Pero el eje principal de la toma es Él.

Sí, solo Él.   Don José Cásedas Jóven,  contento y dicharachero de saber que aquel era el territorio buscado, el terreno donde mejor se movía y donde estaba tan a gusto, a puntito de empezar un día donde cumplir uno de sus sueños al reunirse con unos jóvenes que le admiraban y querían, que le iban a escuchar con respeto y educación, que por fin podría demostrarnos lo que forjan los años y las  tristezas, bueno y también las alegrías, que de una vez por todas nos iba a ver a todos reunidos, quizá en la última ocasión que tendría en su vida, que de una vez por todas podría incidir y valorar lo que valen los sueños, que ¡al fin! podría entre aplausos  respetuosos y sinceros hacernos entrar en el tesoro fastuoso del territorio de su memoria. 

   

¡Y vaya si lo consiguió!..........................................

3 comentarios

Avelina -

Yo ni le conocía, solo fue ese precioso día que pasamos
todos juntos, nunca le olvidaremos, defines muy bien los
sentimientos que nos unieron.

Porfi -

Qué no daría yo, por tener tu enorme corazón y poder homenajear a los que quieres con ésa delicadeza, con una lágrima furtiva....¡con ése néctar!.

Pily E. -

Con tu escrito, has hecho que volviera a mi memoria el día tan agradable que pasamos todos, pero sobre todo el Sr. Pepe.
Y aquí estoy, como una tonta, sin poder contener una lágrimita que cae por mi mejilla.....