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barbacana

Alas de sueños.....

Alas de sueños.....

Ya la había visto en varias ocasiones.

Tenía su nido y sus crías en la caseta de la era familiar que teníamos en la salida de Calatoradico, un poco más allá de la casa de los Pollos y de los Gordillones.

Tenía su nido detrás de un trillo de aquellos grandes de madera, claveteados con pequeñas piedras de pedernal y con los que todavía recuerdo se hacían las trillas antes de que llegaran las novísimas, ensordecedoras y carísimas trilladoras de boca con sinfines por donde desaparecían las espigas, con aquellos tubos direccionales que lanzaban la paja como dardos envenenados y que por la barriga se llenaban los sacos de trigo, que los hombres ataban y apilaban en sacos pesadísimos para llevar a los graneros.

Eran movidas por el motor de un tractor y con eso consiguieron hacer  más llevadera aquella tarea insufrible y penosa en aquellos veranos de calores asfixiantes.

Ya varias veces había conseguido, con el sigilo del cazador, acercarme al nido y observé que tenía dos pequeños lechuzitos que comían lo que su madre les llevaba, pequeños ratones, alguna zarandeta y  hasta pequeñas piezas de fruta.

Mi padre, como todo campesino la tenía en estima, porque se comía a los ratones y a todos los pequeños animales que hacían más daño que beneficio.

Yo, iba muchas noches a verla.

Me escondía en la puerta de la bodega que había enfrente de la puerta de la caseta, junto al camino, y allí esperaba que asomase su cabeza gordinflona y oteara el horizonte casi siempre oscuro.

Se colocaba en el quicio de la ventana como si fuera la reina de la era, que aparecía a saludar a sus vasallos invisibles .

Se sacudía el plumaje, se atusaba como si fuera a una fiesta y se dejaba caer hacia abajo para iniciar aquel vuelo de secos pero potentes aleteos que le llevaban hacia la falda del Calvario.

Por allí debía tener su territorio de caza, porque de cuando en cuando regresaba, se posaba, oteaba nuevamente para comprobar que no había enemigos que pudiesen descubrir su refugio y se metía para adentro, algo que siempre coincidía con el clamor jolgorioso de las crías degustando su comida.

Al ratito…. Volvía a salir.

Así aguantaba yo, bien escondido,  hasta que o bien el tiempo pasado era mucho o el sueño me atontolinaba y me hacía coger nuevamente el camino y arrear para casa.

Mi madre, que hubiera sido una CSI imponente empezó a sospechar:

¿Se puede saber de donde vienes a éstas horas?...

Pues que tengo una novia por ahí…

Anda, cómete la tortilla y mira a ver lo que haces que tu abuela me dijo que ayer no fuiste a verla y me dijiste que habías pasado dos horas con ella.

Joder, madre, la abuela chochea…cosas de la edad…

¡El que chochea eres tú!, que con 8 años y no sabe una nunca si te has perdido o se te ha llevao el Pocatripa…. que va a ser como vas a acabar.

 

Un día me guardé dos lonchas de jamónyor del que viene en las latas al vacío.

Me rebosaba tanto en el bocadillo que pensé: Joder, ¿y le gustará a la lechuza ésta mierda de embutido?...

Por la noche, como todas las noches me fui para allá.

¡Madreeeeeeee!, ¡que me voy a ver a la abuela!.

¿A la abuela?, la abuela lleva ya dos horas durmiendo.

Pues que se levante, que para eso soy su nieto.

Anda, tira que no sé donde vas pero algún día te voy a a seguir…

Con mi envoltorio de jamónyor en el bolsillo bien apretado me fui para la era.

Igual que todos los días la lechuza salió, oteó y se marchó.

Cuando volvió y se metió para adentro yo salí de mi escondite y me puse al ladito de la piedra redonda de trillar que todavía sigue allí y coloqué las dos lonchas de jamón encima de ella.

Cuando la lechuza apareció nuevamente en la ventana, no sé si el olor del embutido o yo, que estaba de plantón tras la piedra pero dirigió aquellos ojos hacia mí, movió la cabeza como disconforme con la situación pero, no se escondió.

Siguió mirándome fijamente y yo fui yéndome hacia atrás como abriéndole el terreno y la posibilidad de que se aprovisionase con mi regalo.

Las dos lonchas refulgían a la luz de la luna, como si hubiesen sido cortadas con un cuchillo de nácar.

Se tiró, dio un aletazo y se posó encima de la piedra. Me miró nuevamente como si pidiese permiso y de dos golpes de pico cogió las dos lonchas y saltando hacia atrás en un ligero aleteo se fue a la ventana.

Nuevamente empezó el jolgorio interior.

Así lo hice como seis días seguidos.

Cada vez me quedaba más cerca de la piedra y creo que ya sabía que iba a ir porque parecía estar esperándome posada en su trono.

Cogía su comida y se iba para adentro.

 

Aquella noche había luna llena.

Yo tenía un plan, y empezó a salir bien porque ella estaba aguardándome.

 Había hecho una pelota como una reineta pequeña del jamónyor de la merienda y en lugar de al lado de la piedra, me puse en medio de la era.

Ella me miró como si aquello no fuera lo convenido, como si mi ubicación allí como un torero en medio del ruedo rompiese acuerdos y respeto, como si mi cambio de posición supusiese el cambio de actitud que ella había de tomar….

Pero siguió mirándome fijamente con aquellos ojos brillantes como estrellas.

Sólo mi sombra de luna parecía romper el instante definitivo del inicio del duelo.

Entonces levanté el brazo derecho todo lo poco que daba de sí mi pobre anatomía y con la parsimonia del guerrero suicida abrí la mano donde empezó a refulgir como un rubí tallado la pelota de comida.

Siguió mirándome como no entendiendo. Como pensando si estaba medio  chiflao, como sino diese crédito a lo que veían sus ojos de plata.

¿Qué cuanto tiempo pasó?...

Pues a lo mejor fueron minutos, pero a mí me pareció un solo segundo.

La ví saltar, quizá más cariñosa, mas amiga, y mucho más cercana.

En un golpe de ala sentí todas las caricias del aire perfumado de sus plumas de seda, todas las secuencias finales de todas las películas de amor, todas las sonrisas de todas las caras queridas, todos los besos, todas las canciones, todos los horizontes futuros y todos los sueños presentes.

Ni noté cuando me cogía la bolita.

Ni sé si la cogió con las patas o con el pico, porque fue más una sensación de flotar que de vivir.

Apenas me dio tiempo de verla volver hacia su casa, porque giró suavemente en el aire como si fuese un bumerang lanzado por manos expertas.

Se posó en la ventana, se giró y me miró.

Bueno clavó sus ojos en los míos sin prevención, sin miedo, sin la cautela de todas las noches y de no sentirse vigilada.

Sabía que yo era su amigo, que no tenía nada que temer. 

Me fui para casa, habría que inventar alguna historia para que mi madre le diese credibilidad a mis ausencias.

¿Novias?... joder con 8 años las novias como que no colaría…

¿Fútbol?... de noche el fútbol suele ser medio complicado…

¿Visitas a mi abuela Teodora?... tendría que hablar con ella y explicarle lo que me pasaba, y que me ayudase a seguir con aquel juego de amistad, con aquellos sueños hechos realidad con tan poco peligro, con tanto cariño, con tanta satisfacción que me llevaran a pensar un día muy lejano, como hoy, casi 50 años después que aquel fue..

… uno de los segundos irrenunciables de mi vida.

   

.

PD.- Ésta de la foto es una lechuza cualquiera.

Bueno, tampoco es eso. Es una lechuza que capté en la guaca de Lambayeque, cerquita de Chiclayo en Perú en una instalación muy próxima al lugar donde se había descubierto el enterramiento del Señor de Sipán, uno de los exponentes del poderío del imperio Mochica.

Es una lechuza que consideré que debía poner para hacer más cercano mi relato.

   

4 comentarios

Porfi -

Nunca lo haría.
Primero porque considero que mis relatos tienen interés sólo para vosotros que nos conocemos, que disfrutamos el mismo ambiente y los mismos lugares, que todo nos suena a conocido y a vivido cercanamente.
Explícale a un burgalés éstas historias y le sonarán a cuento chino.
Pero tus palabras no dejan de ser una bocanada de aire cariñoso.

Casimiro -

Porfi:

Sabes que soy una nueva incorporación aquí, y no recuerdo si te lo he dicho o no; pero aunque así haya sido...lo voy a repetir:

Tienes madera de escritor...sensibilidad,imaginación y facilidad. La facilidad de expresar con claridad y simpleza, tus recuerdos y relatos; son realmente divertidos. Aunque escondan una realidad vivida hace muchos años.

¿ Has pensado alguna vez de veras, escribir en serio?
Un abrazo de amigo

Porfi -

Siempre quitándote los galones.
Dejando atrás todas las ideas generadoras para los demás.
Haciendo caso omiso de las alertas que generas a la inspiración.
¿Sábes, mi niña querida, qué ha sido el motor que supuso el escrito de la lechuza??????...
¡Exacto!, tu maravillosa alusión a ésas alas que portan las madres ¡y las abuelas! sin que apenas se noten, como un ligero suspiro, como éste beso....

Pily E. -

Y entonces nació el noble arte de la cetrería... o, quizá fué antes ???.

Espléndido relato, cada día me sorprendes mas, pienso que no vas a superar el último escrito, y con el siguiente lo vuelves hacer.
! Pero que mal repartido está el mundo, unos tanto y otros tan poco!.
Sigue endulzándonos las mañanas, por favor.