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barbacana

Repetición 5

Toda la zona de Berengueles y Plaza de Vajilleros o Baguilleros, con la calle la Capilla  fue un autentico zoco. En la calle la Capilla, además de las que habéis dicho (droguería Los Arcos y Cesar Martínez) estuvo abierta una barbería, un señor cojo que no recuerdo su nombre, casado y sin hijos, mucho mas tarde Isaac Latorre puso una tienda de ultramarinos. Al señor León Urgel aún lo recuerdo ya muy mayor en su isocarro, así como la carnecería contigua de la Olimpia y José Mª el rusticano.

Por esos rincones se os colado la casa del arco del Ojuelo, ¡¡¡ que buenos jínjoles  vendía la valenciana¡¡¡ como los de la Isidora en el Barrio Nuevo. También recuerdo que en la calle de Murillo subiendo hacia la plaza estaba la carnecería del señor Cardiel, durante muchos años permaneció en la fachada la tabla con los ganchos donde se colgaban las reses. Y a continuación el comercio nuevo de Ángel Égido, que precedía por pocos metros a la tienda de telas y tejidos de Casto Sánchez. Subiendo por allí se llegaba a la zona de influencia y de poder, la casa del cura, el practicante Manuel Güemes  y el Ayuntamiento. Entre medio quedaban incrustados varios negocios y servicios, el señor Manolín, zapatero y padre de los músicos en Calatorao, el enseñó a tocar la guitarra a toda una generación y junto a él, el señor Severo, de la orquesta Samba.  Frente a ellos abrió zapatería Ciriaco Morlanes y al lado se ubicaba el Centro de Juventudes, creo de la Falange (eso lo sabréis mejor los de mas edad). Allí mismo estaba también la casa de los maestros, yo conocí viviendo a Manuel el andaluz.

Ya estamos en la plaza, y seguía existiendo comercio, la tienda de Agustín Trasobares, hijo, el padre de Enrique, Fernando, José Ignacio y Mauri, la tienda de comestibles del señor Garcés y una delicia de tienda, en el garaje de Tomás Crespo el señor Fuentes tenía una tienda de botijos, tarrizos, pucheros de barro   , nos vendía golosinas y unas tiras de plástico de colores con las que  nos hacíamos llaveros, pulseras etc., al lado  el practicante/barbero Don Ernesto, así se le llamaba, como se ve con  un oficio doble, difícil de entender en estos tiempos. En aquella época, la plaza estaba con la escalinata de piedra, la central de teléfonos que hice referencia  se ubicaba allí y quiero creer que en el castillo estaba como sastre Nicolás Aldea padre ya muy mayor y su hijo. Y en la calle Coroneles la farmacia de los boticarios, Domingo, Fernando, Javier, Santiago, Enrique y Mariano. En la plaza baja estaba el bar de la Maruja Sahún , el precursor de Las Vegas, la panadería y horno de  Clemente Urgel, la tienda de alimentación de Domingo Maestro ( allí conseguí mi primer balón después de un año entero guardo los cromos del chocolate para completar el álbum). Mas tarde abrieron negocio los fontaneros, Herranz-Vicente (José Luís y Pedro), un poco mas abajo en la calle Canfranc, trabajaba como guarnicionero el señor Pedro, que hacía también de secretario del casino.

Si giramos por  la calle Ucendas,  otra barbería, el señor Pedro, padre de Pepe “ el Barbero” también cojo como el anterior, con ese bigote de respeto y mirada seria, imponía, aunque en el fondo tenía buen corazón. En la esquina se instalo Antonio Villuendas, pintor especialista en trabajos delicados, cuando lo que se usaba era cal y brocha gorda. A mitad de calle, un negocio imprescindible en la época, despacho de carbón, Ramón Ayllón servia un material indispensable sobre todo para los braseros. En la puerta siguiente de su almacén, el señor Mascaron y sus mujer Emilia, (vecinos de Porfi) abrieron una tienda de futbolines cuando hundieron su casa de la plaza de Zaragoza (que partidas al futbolín, a maquinas de bolas   y música de sinfonola a dos pesetas la canción) .Un poco  mas abajo un pariente mío abuelo de Adolfo, Ángel y el bueno de Pascual hacía cañizos, un oficio  casi desaparecido. Ya al final de la calle, por el lado derecho Tomas Crespo tenía su corte ingles, electrodomésticos, muebles, tocadiscos, discos, etc. y enfrente estaba el estanco de la señora Luisa Crespo, aún veo  a su hija mayor cogiendo puntos de media tras la ventana protegida por  una preciosa reja de hierros macizos. Más adelante, Carmen Fernández de Heredia  puso una mercería. En esa misma esquina daba la ventana del Bar Aguirre ( el padre de Eduardo). Eso para otro día que por hoy no puedo ser ya más joven. 

 

3 comentarios

Anónimo -

Te daria para escribir un libro , estoy segura de que a la mayoria de la gente de Calatorao nos gustaria tener un ejemplar . Serias un buen cronista local , y si te nombramos ??? Animo y adelante

Fernando -

Isidro son secuencias que yo desconocia que tenía almacenadas.El primer día que empecé a contar las historias del Barrio Nuevo me dí cuenta que poco a poco accedia a un registro que parecia escondido pero que guardaba muchas imagenes de mi vida y la de mis vecinos. Tengo que reconocer que es una suerte y si puedo completaré el recorrido, servirá para conocer que antes eramos de otra manera. Y soos gusta mucho mejor, habrá tenido más sentido el esfuerzo.

isidro -

Fernando, lo vuelvo a leer y pienso, como te ha dado la naturaleza (o un ser superior, si no eres marciano) semejante memoria, no se si se escribe así CHAPEU.
Por algo hace 18 años te quisimos fichar para Barbacana….