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Calatorenses de ida y vuelta (2)

DOS DECADAS DE EXODO

El flujo migratorio hacia Europa, tuvo en Calatorao diferentes escenas. En un principio, desde 1955 a 1960, eran los cabezas de familia quienes abandonaron el pueblo. Acostumbrados a los trabajos agrícolas y la dureza de las canteras, en los puntos de destino  se enfrentaron a todo tipo de trabajos agrícolas, reparto de carbón, cortar y sacar madera de los montes y en algunos casos de albañilería y mármol “los trabajos se iniciaban a las cinco de la mañana y terminaban a las ocho de la tarde”. Trabajos que en un principio eran temporales por periodos de tres a siete meses, se convirtieron en una actividad permanente que en ocasiones se prolongó durante veinte o más  años.

La estancia inicial no resultaba nada agradable y edificios viejos e insalubres, caravanas, barracones, bajos y almacenes en las viviendas de los patrones, se convertían en improvisadas viviendas.

El paso del tiempo generó nuevas formas de vida, familias completas abandonaron Calatorao en los años sesenta para establecerse durante un tiempo en Francia, allí nacieron alguno de sus hijos y las mujeres participaron del trabajo, según recoge la encuesta de Barbacana” se hacían trabajos en el campo, pero también se cuidaban los niños o se hacían faenas de la casa de los dueños de las empresas donde trabajan los maridos”.

VIVIR LA EMIGRACION.

Con la llegada de las familias la vida de los emigrantes cambió. Se acomodaron en casas de alquiler y los niños empezaron a ir a los colegios públicos. Al principio el idioma ocasionaba problemas y la integración resultaba complicada, pero las oportunidades de mejora llevaron a las familias a aceptar los inconvenientes  de buen grado “ el sueldo era de 12000 pesetas, tres veces mas que en España, además existían compensaciones por hijo que según el número, casi suponía otro sueldo”.

A pesar de la normalización de la situación, siempre tuvieron en mente regresar a Calatorao, “al final se vivía bastante bien, teníamos seguridad social, escuela para los hijos gratuita, trabajo, pero eran muchos años y la tierra tira, fuimos para resolver una situación, no para quedarnos”.

Esta situación se prolongó hasta principios de los años setenta, cuando un goteo permanente fue devolviendo a Calatorao a sus gentes de la emigración.

Todavía con una Europa trasformada y España saliendo de una larga dictadura, grupos de jóvenes, casi todas mujeres salieron a trabajar a empresas alemanas. Fueron los últimos coletazos de dos décadas de emigración. 

Reins, Bisevil, Pau, Besanson, Stuttgar, París, Gusainville y otras muchas ciudades, son nombres  que quizás no nos sugieran nada, pero para un nutrido grupo de calatorenses alimentan sus más profundos recuerdos. Allí encontraron una fuente de ingresos que les permitió a su regreso a España desarrollar proyectos que de otra forma quizás hubiera sido imposible, algunos de sus hijos nacieron allí y su estancia en Francia fue tan larga  que todavía alguno es conocido con el apodo de  “el francés”. Otros, los menos, hicieron de su país de acogida lugar de residencia, algunos  de ellos han muerto allí y sus hijos mantienen contactos con su familia y su pueblo para que la distancia  no les haga  perder sus raíces.

“Con el dinero de la emigración se pusieron en marcha empresas, se crearon fincas agrícolas y ganaderas y sobre todo los emigrantes se compraron su casa”

 

    

1 comentario

Isidro -

Gracias Fernando.
Hay quien olvida...