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barbacana

Aparte de una buena guía.

Estambul es la ciudad más hermosa del mundo.

Siempre y solo en mi opinión, desde luego.

Podría hacer una relación minuciosa de muchísimas que podrían competir con ella, pero sería perder el tiempo.

Hemos estado en Turquía en 6 ocasiones que Flor deja en 5 y que tiene que ser la referencia porque yo siempre he sido pelín exagerado.

La belleza de Estambul no solo radica en las mezquitas de Suleiman (Solimán para ellos) el Magnífico o Azul (la más bella del mundo) llamada así porque la cúpula está dibujada con arabescos azules, y que fue intentada copiar en Damasco y en El Cairo,  mandada construir por Ahmed I, o la de Bayazid II,  o la de enfrente de Santa Sofía (que no tiene nada que ver con reinas españolas que además de santas tampoco tienen tanto) y que siempre está en obras, o la de la Reina Madre frente al muelle o puerto llamado Eminonu desde el que se pueden hacer las excursiones más reconfortantes.

Yo he cruzado hace 20 años el Puente Gálata (que hace como 15 años fue sustituido por uno fijo), que era móvil para dejar pasar los barcos cuando se levantaba y debajo del cual había cientos de barquitos restaurantes donde se comían los mejores salmonetes de la tierra, porque los pescaban allí, desde la mesa.

Allí hicimos unos amigos-hermanos kurdos muy jóvenes que después murieron en la guerra de revolución del interior que eran personas maravillosas y solidarias, y con quienes mantuvimos unos años contacto.

El Gran Bazar tampoco es lo más que me atrae aun cuando es el más variado, enorme, confuso y bullicioso de Oriente, quizá porque después de habernos perdido tantas veces por sus docenas de callejuelas y laberintos ya no me supone la enorme expectación de la primera vez, que como casi todo es la mejor y más bonita de las veces.

Esta ciudad tiene como 300 mezquitas, aunque ellos dicen 1000 y se quedan tan anchos a pesar de no ser maños de origen.

Cenar en el restaurante giratorio de la Torre Gálata y dejarse embrujar por el color de la noche y sus misterios dando vueltas a la historia y a la cultura.

Perderse (es un decir) por sus callejuelas bien entrelazadas que van de mar a mar y donde se encuentran las más variadas formas de vida, de arquitectura, de restaurantes, o pequeñas casas de comida donde es un lujo para los sentidos y sobre todo los gustativos dejarse aconsejar y probar como en todos sitios lo autóctono y sincero de su gastronomía.

¿A quien se le ocurriría pedirse en Estambul una paella, una pizza o un perrito caliente aunque hay multitud  de sitios que los ofrecen?.

Comerse en el muelle unos salmonetes rojitos como la sangre de toro o un rodaballo con la piel turgente en un pequeño pueblo del Bósforo es volver a recuperar el sabor maravilloso, profundo y dulce de la leche materna.

¿Y sus corderos?. ¿Tienen que envidiarle algo a los tomados en Burgos, en Peñafiel, en Traspinedo o en Segovia?. ¡Qué vaaa!.

O simplemente un bocadillo o kebak de los que se ofrecen en toda Europa y que sin embargo no tienen nada que ver ni en sabor ni en el ambiente circundante.

Hay que hacer excursiones por el mar. Hacia los mares que la rodean.

Al sur el mar de Mármara y al norte el Mar Negro comunicado por el estrecho del Bósforo donde hay que coger un barco y hacer Asia-Europa-Asia…hasta perderse por el y ver bajar a los petroleros rusos por unos laberintos por los que caben con dificultad, comiendo en sus pueblitos sobre todo unos pinchitos de pescaditos como el dedo currín que ensartados en un palo y puestos en el fuego de las barbacoas es el mejor bocado del mundo.

¿Y el Cuerno de Oro?. Pues también hay que coger el barquito y dejarse llevar hasta arriba hasta el puerto donde está la mezquita de Eyud, lugarteniente preferido de Mahoma y desde donde se asciende al mirador de Pierre Loti, un aventurero francés que creó un restaurante en las alturas de una loma desde donde se divisa una panorámica del Cuerno con ése color dorado que le dá su bonito nombre.

Y el Palacio de Topkapi o Serrallo donde se pueden contemplar los habitáculos y útiles de palacio, por ejemplo las cocinas, los vajillas y las cristalerías de las comidas del Sultán cuando en el resto de  Europa no se conocía ni el tenedor y se bebía el vino en bastas copas de barro.

O el Palacio de Dolmabace, impresionante construcción a orillas del Bósforo y que es imprescindible visitar, y después comer en ése barrio marinero.

Y pasar a la ciudad de enfrente Uskudar, que aun siendo muy pequeñita encierra misterio y leyenda en cada calle, en el mercado,  en cada una de sus innumerables y sencillas mezquitas.

Y como no tomarse un baño turco en el Galatasaray (bueno, eso debía de contarlo Flor, que es quien más disfruta) o al lado del Gran Bazar que los hay a docenas, pero siempre procurando que sean o de Hoteles o los más lujosos porque tengo anécdotas de los de la gente normal  (y que otro día contaré) y que los hacen pelín poco recomendables.

Y beberse un té de manzana en cualquier chiringuito y tomarse ésos pasteles almibarados de pistachos o de almendras, hasta hacerte sufrir de goloso y que generan que cada visita me suponga cuatro o siete Kilos de más…..

 

Seguro que me dejo alguna cosa de destacar en ése enorme acorde de posibilidades.

Otro día hablamos de Istmir, y de Ankara, y de  Pamukale y de Ëfeso y de la Capadocia y de Kusadasi y de Gebze y de……..y de……

 

1 comentario

Pily E. -

Un panegírico excepcional.
Anda tío, confiesa, todo esto lo tienes en la memoria, o tiras de archivos, de cualquier modo es de admirar.
Te voy a dar.....un 9'50 ! porque te has dejado la cisterna ! ja, ja ja.
Pero , tengo una duda sobre cuestiones prácticas, por ejemplo: en todos estos lugares ¿hay visitas guiadas en español? porque a mi me gustan las visitas guiadas, y si no es así, prefiero hacerlas con la agencia, que aunque van al trote, te explican lo mas importante.
En el circuito, además de los lugares que citas,veremos también, Bursa,Troya, Pérgamo,Afrodisia,Antalya, Aspendos, Konya etc, etc,.
Mil gracias.