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Un día triste.

Un día triste.

Estambul, la ciudad más bonita del mundo.

Para mí, ¡desde luego!.

Todavía existía el puente levadizo de Gálata.

Fue por tanto hace muchos años.  Como 22 o 23.

Conocimos a dos hermanos muy jóvenes y emprendedores que poseían un pequeño restaurante debajo del puente.

La de comidas entrañables que recuerdo en aquel lugar idílico.

Pescaban los salmonetes sentados en las sillas que después ocupábamos los comensales.

Sobre el Cuerno de Oro, a la altura de aquellas aguas de espejo que parecían querer regalar sus frutos y su cadencia.

Muchas veces íbamos antes para pescar con ellos y reírnos de mi habilidad con el anzuelo que hasta entonces desconocía por completo.

Este tan gordo para mí, ¿eh?...¡que lo he pescado yo!.

La de anécdotas que nos contaron en aquel inglés macarrónico de la buena intención, arropado siempre con una camaradería, una hospitalidad y un cariño que jamás hemos olvidado.

En la foto que aparecen con Flor habíamos ido a comer al monte lleno de rebaños de cabras de la ciudad de Uskudar al otro lado del Bósforo, en Asia.

Queríamos invitarles en sus días de descanso porque llegó un momento que observamos que nos cobraban tan poco que les amenacé con no aparecer jamás por allí.

Fue donde escuché por primera vez llamarme a menudo  hermano, cuando no median los lazos de sangre ni la historia compartida.

A nuestra marcha seguimos comunicándonos con ellos por carta y por teléfono que entonces eran los conductos habituales de cortesía.

Volvimos 2 años después y uno,  Mehmet el mayor, con aquel nombre de Sultán que tan bien le caía, ya se había marchado a luchar a las montañas, por los sueños de libertad e independencia.

El puente iba a desaparecer sustituido por uno fijo, alto, mastodóntico y que llevaría aparejado el derribo del puente antiguo  y de los restaurantes que llenaban sus entrañas como una sucesión de pequeños paraísos de sosiego.

¡Ya no fue igual!.  Ahmet el más joven que quedaba a cargo del negocio estaba triste y solitario, añorando el momento de irse a pelear con su hermano.

Ya no fue igual, desde luego que no,  aunque seguimos yendo a visitarlo y a comer todos los mediodías que pernoctábamos en Estambul.

A la tercera visita 5 años después todo había desaparecido como si un violento huracán hubiese borrado los más pequeños detalles de aquella geografía querida y añorada.

En su lugar se alzaba el nuevo con ése aire de modernidad y atrevimiento que simulan las obras faraónicas.

Fuimos al Bazar de las Especies donde un hermano de su madre al que siempre, en otros viajes,  comprábamos los ingredientes de cocina que nos sugería, tenía un pequeño puesto de especias y mercaderías orientales.

Al principio hasta nos recibió sonriente, con grandes efusiones de cariño y recuerdos agradables compartidos.

Después al preguntar por su hermana, se echó a llorar como un niño porque sabía por quién en realidad queríamos preguntar. Nos dijo que los dos habían subido al cielo de los guerreros inmortales en una emboscada del ejercito invasor de su tierra en las montañas.

¿Cómo consolarlo?....

¿Decirle que jamás habíamos sentido un afecto tan entrañable?.

¿Qué jamás habíamos sido tratados con tanta hospitalidad y respeto?.

¿Qué siempre los recordaríamos como hermanos?.

¿Qué nunca nada borraría de nuestra memoria aquellos abrazos entre risas y ¡ Hala Madrí, Hala Madrí! …tan cariñosos?.

No, no fue posible  transmitirle ningún tipo de condolencia porque también era nuestra.

Flor se abrazó a él llorando y yo sólo pude tocarme el pecho izquierdo con la mano derecha abierta…. ¡no sé cuantas veces!.

¡Ése gesto que en las dulces despedidas ellos siempre utilizaban con nosotros!.

El gesto que ya siempre hago, cuando en la distancia de los adioses tristes, me vuelvo a mandar el corazón a quien quieres tanto ….. ¡que no querrías que se muriera jamás!.

 

3 comentarios

Avelina -

¡Que pena! ¿eran kurdos?, es muy triste conocer a alguien tan agradable, y que desaparezca asi.

Porfi -

Y de los que nos vamos un poquito con cada uno que nos deja.

Pily E. -

Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va.....
Que bonita la letra de las Sevillanas del Adiós, y que bién refleja los sentimientos de los que nos quedamos.
Pero los amigos que dejan buenos recuerdos, siguen vivos para siempre.