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D. Juan Goytisolo.

D. Juan Goytisolo.

¡Ése vuelo ya ni existe!.

Era el trayecto Tenerife Sur a Marrakech.

Al llegar al aeropuerto, nos alarmó un poquito que no hubiese nadie en la cola de facturación de Spanair, acostumbrados como estamos a ésas enormes colas, donde yo siempre suelo situarme en la que va más lenta, bien por la falta de documentación de algún despistado pasajero o los problemas de embarque de alguna mascota a la que siempre le falta algún preceptivo permiso veterinario.

Al preguntar a la azafata nos dijo que ése vuelo iba siempre con pocos pasajeros y que le daba la impresión que iba a durar menos que un chupachups olvidado en un banco del patio de un kínder.

Cuando llegamos al avión solamente había un joven marroquí a quien reconocimos enseguida ya que se trataba del padre de una preciosa criatura que la semana anterior había sido atropellada y muerta  por una guagua escolar en Icod de los Vinos y con cuyo caso se había levantado una tremenda polémica acerca de la seguridad del transporte de niños y que además su mujer era un miembro muy luchador del sindicato al que nosotros de manera activa también pertenecíamos.

Nos saludamos y nos comentó que iba a pasar una semana con su familia por tan triste acontecimiento.

Cuando llegó la hora del despegue las azafatas nos dijeron que podíamos sentarnos donde quisiéramos ya que éramos los tres únicos pasajeros.

Y allí que nos colocamos juntitos, al lado de la cabina.

En un principio nos dedicamos a consolar y tranquilizar a Ahmed, que así se llama éste amigo, con la poca efectividad que las palabras de consuelo para un padre puede suponer la pérdida de una niña de 8 años.

El vuelo fue de lo más relajado, total menos de una hora.

 

Al llegar a Marrakech nos vinieron a recoger de la agencia contratista para llevarnos al hotel la Mamounia, donde pasaríamos la primera semana de estancia con las visitas ya organizadas de Ouarzazat, el pueblo de barro del desierto a los pies del Atlas  y las cataratas de Ouzout y la semana restante haríamos lo que denominan las Ciudades Imperiales y en las que recorreríamos Casablanca, Fez, Meknes, Tánger, Beni Mellal,y Rabat para retornar a Marrakech.

Llevábamos en mente acercarnos lo primero a la famosa Plaza de Jema El Fná, famosa por su vida nocturna, donde los puestos de venta de zumos de naranja diurnos son sustituidos por la noche por tenderetes de comida en enormes barbacoas y perolas enormes, carnes, couscous, verduras, en un  abigarramiento de razas, aguadores vestidos con sus preciosos trajes regionales, recitadores de cuentos, funambulistas, encantadores de serpientes, curanderos, poetas y algún ratero descuidero entre colores  y sonidos que no tiene parangón en el mundo entero.

Está muy cerquita del hotel.

Nos fuimos derechos a un bar muy conocido que está en el ala norte de la Plaza, enfrente de la Koutubia, ésa torre gemela de la Giralda de Sevilla y que parece presidir toda la actividad de la ciudad.

Flor había leído en una entrevista a Juan Goytisolo que acostumbraba a reunirse allí con sus amigos por las noches y como quiera que ha sido siempre su escritor idolatrado, pregunté al camarero que nos atendió, en mi francés de D. Avelino si el Sr. Goytisolo solía venir por allí.

¡Juanito!, Todas las noches que está en la ciudad viene aquí.

Perdonen que lo relate traducido porque sino, con mis conocimientos de la lengua gabacha, no iban a enterarse de nada…..

Como a la media hora, yo que estoy más acostumbrado a detectar los movimientos lo ví pasar por el fondo de la sala, con una galabeya azul claro y acompañado de un fornido marroquí que llevaba la mano por encima de su hombro.

Se sentaron en una mesa y les sirvieron el té.

Al rato se le acercó el otro camarero al que yo había preguntado por él y se inclinó ligeramente PATRA susurrarle algo al oído.

Enseguida le dije a Flor, ¡joder!, el camarero le ha dicho algo porque mira hacia nosotros ¡no mires…..!.

Pasamos ésos ratos tensos en que no sabes donde mirar ni qué hablar y que normalmente ocupas en mancharte con el té, en que se te caiga la pipa al suelo, en fin en poner perdidos los dos metros cuadrados de loseta que te tocan del bar.

Se levantó de la mesa y se dirigió hacia nosotros. ¡Tú calladito, decimos que ha sido una confusión!.

Nos preguntó con ésa voz aterciopelada catalana que tantas veces habíamos escuchado en las entrevistas de la televisión:

Buenas noches señores ¿tengo el placer de conocerlos?.

No, señor Goytisolo ¡no!, dije mientras me levantaba como un mangüelero sorprendido mientras derribaba la silla, tiraba la lata de tabaco de pipa al suelo y ponía en peligro la integridad física de los vecinos de las mesas cercanas.

Pues me dicen que preguntaron Vds. por mí.

Pues sí señor, pero era solo por, bueno por la admiración que mi mujer tiene a su obra y a su trayectoria como persona.

Joder, me salió de carrerilla, como si  me la hubiese preparado…..

Pues vénganse a nuestra mesa y se toman un té con nosotros.

¡No, no!, por favor no le queremos molestar…

De verdad que no es ninguna molestia.

Dejó pasar a mi mujer y yo le cedí el paso y nos encaminamos a la mesa donde esperaba su amigo que al llegar nosotros se levantó y nos saludó llevándose la mano derecha al pecho.

Nos lo presentó, nos dimos la mano y empezamos a hablar de donde éramos, ¡canarios de adopción!, la de amigos que nos citó de Tenerife, alguno que incluso teníamos el gusto de conocer. Nos habló de su amigo César Manrique que tanto había hecho por la sostenibilidad natural de Lanzarote, de Pedro González el pintor lagunero al que conocemos y al que tanto admiramos, de Oscar Domínguez que fue la enseña cultural de las Islas en el mundo, de Millares etc…..

Al hablarle de Calatorao en Zaragoza me dijo que en los años 53-54, con 20 años había estado por las fiestas de los pueblos de ésa zona y que había llevado un revolcón de una vaquilla en un pueblo que podía ser ése.

Todo transcurría entre nervios y alegría por el momento tan bonito que nosotros estábamos pasando. Flor hablándole de sus novelas: Juegos de manos, Duelo en el Paraíso, Fiestas, La resaca, La Isla, Señas de identidad, Reivindicación del Conde Don Julián, Juan sin Tierra, Para vivir aquí, Campos de Najar, la Chanca, Disidencias….

Yo un poco al retortero, porque ni leo tanto como ella, ni tengo tan buena memoria, ni mucho menos la cultura que atesora.

Nos dijo que esperaba a unos amigos españoles que iban a venir a hablar de la conversión de su última obra Cuadernos de Sarajevo en obra de teatro y ahí si que ya yo le insistí en que nos debíamos marchar.

Me cogió del brazo y me hizo sentar alegando que hacía tiempo que no pasaba una noche tan agradable con alguien y que después me diría el “porqué”.

Al rato vinieron sus amigos a quienes saludó con familiaridad y que nos presentó de inmediato. Eran una señorita llamada Patricia, joven, bellísima y elegante a rabiar y un hombre incluso más pequeño que yo, moreno con entradas, nariz rotunda y elevada y una sonrisa que hizo que comenzase a mover el cerebro en busca de qué me hacía recordarlo antes de desde luego escuchar su nombre: era Jose Luís Gómez, el actor de cine y de teatro y al que recordaba de películas como la Familia de Pascual Duarte, Remando al Viento o Beltenebros y que había creado el Teatro de la Abadía.

¡Me sentí como un pato en una charca!  y no me refiero a tranquilo y relajado sino al contrario, de solo, de fuera de lugar, de desubicación.

Yo allí con dos de las personas a quienes más admiraba del mundo charlando, o aparentando charlar con habitualidad…como si fuese plato de todos los días.

Pedí permiso para ir al baño como hacía en la escuela y Jose Luís Gómez me acompañó.

Allí en la frialdad de las tazas de pared, cada uno enfrascado en su alivio personal, me preguntó que cuanto hacía que conocía a Juan. Le dije que hacía apenas una hora que nos había abierto las puertas de su amistad.

Entonces me dijo que el lo conocía de muchos años y que era el ciudadano más serio, más comprometido y más noble que jamás había conocido.

De vuelta al grupo insistí en despedirnos y entonces Juan sacó de una bolsa de hombro que tenía su amigo encima de las rodillas,  un pequeño librito en árabe de hojas sencillas, de ésas lecturas quizá para niños destrozones y desde luego de ediciones baratas.

Lo dedicó a Flor, poniendo también la dirección de su casa, con unos esbozos de plano en el barrio contiguo adonde nos encontrábamos, se lo puso en la mano, le dio dos besos y le manifestó la alegría de conocerla.

A mí, me apartó la mano cuando quise dársela en gesto protocolario y me dio otros dos que todavía me suenan en el fondo del alma.

Me sujetó por los hombros y me dijo: ¿Sabes Porfirio porqué he insistido tanto en que vinierais con nosotros?....

No esperó ni a que le dijese que sí.

“Porque no sois los habituales cazadores de trofeos, porque no habéis intentado posar conmigo con cara de idiotas para enseñárselo a vuestros amigos, porque enseguida súpe que os movía la cultura y el respeto, porque éso amigo sobresale por la piel, como un estigma, como una cicatriz blanca de las noches de luna, como una corona”.

7 comentarios

Pily E. -

Se me habían olvidado, en comentario anterior, dos observaciones.
1ª que ese viaje a Marruecos que citas " Ciudades Imperiales " fué exactamente el que hicimos nosotros, en Marrakech, estabamos en un hotel de la cadena Kempiski que era a su vez el Palacio de Congresos, que estaba muy cerca de La Mamunia. Me has hecho recordar nuestros paseos por la plaza de Jan Al`Fnna, con los zumos de naranjas por el día y sus caracoladas por la noche.
2ª Esta es un poco mas triste.
En el 99, estaba yendo a clases de catalán. Cuando salimos fuimos a tomar un café, estuvimos un cuarto de hora mas o menos, y cuando salimos, habían cortado la circulación de dos carriles.En el centro de la calle, había un cadaver, de una persona que acababa de arrojarse de la terraza del último piso.Preguntamos, y era José Agustín Goytisolo, poeta y escritor, hermano de Juán Goytisolo.Una gran pérdida para la cultura de este país.

Pily E. -

Querido Porfi,siempre es un placer leerte.
Coincido con Avelina ¿ Cuantas de las 100 vidas que te vaticinaron has vivido ya ?, porque para atesorar tantas experiencias, con la vida tan tranquila que yo llevo, necesito, no 100, sino 1000.
! y lo que me alegro, de que las tengas, tu que sabes contarlas tan bién, sinó, como podriamos disfrutarlas nosotros !

Carmina -

Porfi ,tus viajes contados por ti son especiales ,es una gozada leerte.
En un viaje a Barcelona fuimos a cojer el metro y escuchamos "fativa"era uno del pueblo,es una sensación
de alegría saber qué te conocen por el apodo.
Yo no puedo negar qué soy "maña"cuando hablo se me nota enseguida,por lo qué me encanta.

Porfi -

Hola querida niña.
Pero estarás conmigo que Saramago, o Goytisolo o Zidane son auténticas buenas personas aparte de bastante más inteligentes.
Ésa Salma hayek debe ser un trozo de carne con ojos.

Cristina -

Jo Porfi!
Hay una cosa que siempre me llama la atención en tus relatos, y es que siempre, aparte de las satisfacciones para la vista y otros sentidos de tus muchísimos viajes, encuentras dentro de ellos una bonita historia humana ya sea famosa o anónima.
Nosotros en Mexico DF, coincidimos en un restaurante con Salma Hayek, pero fue mucho mas Holliwodiense (nos se si se escribe así exactamente, creo que no), vamos, que ni hola, ni reparar en nosotros, aunque dudo que viese algo a través de la muralla de guardaespaldas que la rodeaba.
Un beso!!

Porfi -

Pues mira, de todas ellas.....
...no cambiaría a ninguna por tí.

Avelina -

Algún siglo de éstos, nos tienes que hacer una lista de todos
esos personajes que has ido conociendo por el mundo, pero
¿es que has vivido varias vidas?. Cuanta gente necesitaríamos
para juntar toda tu experiencia. No hay nada más enriquecedor
que conocer mundo y gentes diferentes.