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barbacana

Antón.

Antón.

Lo que menos me gustaba era la connotación femenina.

¡Pareces la tocinica del Santocristo!.

Estaría gordito con seis años y una alegría para comer que no me ha remitido todavía, pero de ahí al insulto había el filo de una navaja de barbero.

Me lo decía mi madre cuando sentado en la mesa de la cocina me papaba aquellas sopetas, ora con aceite, ora con vino tinto y azúcar  que suponían la merendola habitual de todas las tardes.

¡Tocinica serás tú!, que si acaso yo seré tocinico como el “Chamaco”.

Y aquellas disquisiciones filosóficas que solo conducían a que mi madre terminase contándome la historia de nuestro recordado animalito, riéndose y diciendo  “no lo creas maño mío, ….¡que estas muy lustroso!” han traído aparejado que al ver al cerdiño de Espasante, (que siempre se llama Antón),  pasear como uno más por las calles de éste pueblo marinero gallego me haya dispuesto a contar su pequeña historia.

 

Me contó la señorita Josefina Ojea que integra la Comisión de Fiestas de éste pequeño lugar  que la tradición se remonta a 1930 cuando se instaló en el pueblo la capilla de San Antón.

Como era el patrón de los animales se propuso comprar un cerdo para la celebración del evento pero que al llegar el día de la Fiesta a todos les pareció mal sacrificarlo en ése día y decidieron sortearlo y a quien le tocase hiciese lo que quisiera con él.

Visto lo acertado del experimento lo repitieron sucesivamente todos los años una vez que le habían buscado una ubicación en los bajos del ayuntamiento y contando con que se alimentaría con lo que buenamente le fueran dando las vecinas de las sobras de comida en su devenir diario, casa por casa de las calles del lugar.

Después se sortea el día 6 de Enero aunque dice que casi siempre el afortunado lo dona al pueblo para un par de merendolas.

Otro vecino regala otro pequeñito y ¡vuelta a empezar!.

¡Y hasta hoy!. Bueno, me contaba Josefina que solo durante los años de la guerra se dejó de soltar por si podía más la hambruna de las personas necesitadas que la sencilla tradición.

Otra vez,  cuenta, que anduvo perdido tres días y ya lo dábamos por muerto porque  pensamos que se habría caído al mar apareció con sus gruñidos de saludo y afecto agradeciendo el respeto a su autonomía y libertad. ¡Vete a saber donde meigas se metió….!

“Se recoge cuando él quiere, el otro día, en fiestas,  estuvo jugando con los niños en la Plaza hasta las doce de la noche, no tenía fuerzas ni para irse a dormir a su pequeña habitación.

¡Aquí, en éste patio lo encontramos durmiendo a la mañana siguiente!.

Los vehículos van con cuidadito y las personas, todas las personas, lo tratan como a uno más de Espasante.

A veces va a la Plaza del pueblo donde hay una réplica en piedra negra de sus antecesores y le pasa el morrito por el cuerpo como queriendo jugar con él, como queriendo transmitirle la alegría y la vida, como diciéndole lo feliz que se siente en un pueblo generoso, que respeta a los animales y que conserva impolutas sus tradiciones.

 

1 comentario

Avelina -

En Barbacana, nos enseñaron lo que debía ser la tocinera
(hecha con muro de piedra), de la famosa “tocinica del Santo
Cristo”, es curioso que existan costumbres iguales en sitios
tan lejanos. Aunque en nuestro se haya perdido, queda el recuerdo.