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La Constitución. (II)

CONSTITUCIÓN  2012. (II)

El año 1978 nos pilló a los jóvenes de esa época realizando el servicio militar obligatorio. Unos siguiendo los remplazos regulares u otros como en mi caso como alistamiento voluntario. Bien es verdad que la voluntariedad se utilizaba en la mayoría de las ocasiones para buscar un destino cerca de casa y no salir destinado a lugares lejanos, como Canarias, Almería, La Coruña, Córdoba, etc.  Aunque parece que las distancias ahora se han reducido, entonces no existía el AVE ni autovías y mucho menos autopistas. El transporte era en autobuses y trenes lentos y además para las economías de los soldados,caros, por lo que no era extraño encontrar en las cunetas de las carreteras y en las gasolineras a soldados con un petate de bastantes kg y un cartel de cartón que enseñaban a los conductores con su destino en busca de un voluntario que los pudiera llevar. De esto pueden dar cuenta mis compañeros de quinta más que yo porque mi servicio militar lo cumplí en El Frasno, versión reducida del Escuadrón de Alerta y Control nº 1. Inoges. Ni que decir tiene que en aquellos años el automóvil tampoco era una herramienta al servicio de un soldado, no en todas casas había y en las que  existía la posibilidad era uno al servicio de todos, fundamentalmente de la agricultura, actividad principal en aquellos años.

Las modificaciones legislativas previas que había introducido Adolfo Suarez en España, (por decir brevemente la enorme transformación que realizó) desembocaron en la convocatoria de un referéndum para votar  el 6 de diciembre de 1978 a favor o en contra de La Constitución Española. Políticamente para España era un momento de esperanza pero muy duro, había atentados, manifestaciones, etc.  El ambiente social estaba muy movido e incluso se escuchaban “ruidos de sables”. Para los más jóvenes, se utilizaba este término cuando se sospechaba que los militares pudieran tener  intención de intervenir y romper todo el proceso democrático.

En previsión de lo que pudiera suceder a los soldados “nos acuartelaron”. Esta es otra expresión que ha desaparecido del lenguaje coloquial al desaparecer el servicio militar. Significa que los soldados no pueden abandonar el cuartel por ningún motivo y se suspenden todos los permisos. El soldado queda a disposición y a la orden de los superiores.

Esta orden nos cayó como un jarro de agua fría a los que diariamente dormíamos en casa, con la premisa además de que el acuartelamiento sería largo. Eran los primeros días de octubre y estaba previsto que durara hasta final de año.

La vida cuartelera cambió, se redoblaron las guardias, aumentaron los servicios, las clases de teórica, las prácticas de tiro y aumentó nuestra  inquietud. Éramos soldados pero nuestro contacto con las armas era mínimo. Salvo los que realizaban las funciones de policía que patrullaban y hacían guardia a diario con armas, el resto no las habíamos tocado desde la jornada de tiro de los meses de formación antes de jurar bandera. Tan solo las llevábamos al hombro el día que nos tocaba hacer guardia y normalmente con escasa munición y más que escasa formación.

A partir de ese momento todas las semanas realizábamos prácticas de tiro con fuego real. Tiro a una diana en una especie de cantera preparada al efecto con metralletas.

A mí, la verdad, las armas siempre me han gustado poco. Ni en las casetas de las ferias he disparado. Esperaba  paciente a que me tocara el turno de disparo y una vez cumplida la misión, pedía permiso y me alejaba del lugar de tiro y esperaba tras los camiones.

Esta circunstancia que repetía todas las veces que tocaba practica de tiro, me sirvió para escuchar sin ninguna intención una conversación que delataba la gravedad del momento. Estaba apostado en la trasera de un camión y escuche unos pasos y voces que se iban acercando, los reconocí al instante por que el cuartel era muy pequeño. Dos oficiales, un alférez de complemento y dos suboficiales conversaban sobre la situación que se vivía en España, los desordenes sociales, atentados, el referéndum, los cambios, era una conversación entrecortada que por supuesto no rehuí. Agudice el oído y me estremecí al escuchar a un oficial decir  “sí, si tomar el poder es muy fácil, pero ¿dejarlo, cómo y cuando lo dejas?” Estas palabras no tuvieron respuesta, algunos murmuraron palabras ininteligibles y se cortó la conversación. El aviso de que la sesión había terminado, nos llevó a cada uno a nuestros puestos.

Esta conversación me llevo a confirmar que los rumores que se leían en los periódicos sobre un posible golpe de estado no eran a humo de pajas, que eran ciertos y que yo estaba allí, muy cerca de donde se hablaba de ello. Durante mucho tiempo seguí con inquietud todas las informaciones que surgían y los españoles pudimos poco después (23 F) que el interés de los militares no era el mismo que el de los ciudadanos. Afortunadamente los sucesivos gobiernos fueron desmantelando el ejercito golpista y consiguieron crear un ejército profesional.

 

 

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