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barbacana

La fragua

La fragua del tió Nogueras creo que estaba en la oficina de correos actual, como comenté en el anterior escrito, aunque no apostaría la mano por ello. Me lo contó mi padre y hoy su memoria ya no se permite alegrías de recordatorio.

El caso es que esa fragua se convertía en refugio los días de lluvia, escondrijo de pirolas  y lugar de entretenimiento. La fragua, podemos entender que en aquellos años de primer cuarto del siglo XX no dispusiera  de ningún tipo de tecnología, pero si podemos entender que dada la necesidad de martillar el hierro para todo, exigía su puesta a punto permanente. Se afilaban los punteros, cortafríos, gradinas  y otros útiles de las canteras, los barrones de labranza, pescuños, vertederas, rejas, balcones, barandillas…. Todo el hierro que debía ser trasformado pasaba ineludiblemente por la fragua. Seguro que muchos de los balcones y rejas de ventana que hoy contemplamos se fraguaron y nunca mejor dicho allí.

Para mantener viva la llama de la fragua se suministraba oxigeno mediante un enorme fuelle, que alguien debía de mover. Es aquí donde entraban los niños y el centro de la historia. Contaba mi padre, que el tió Nogueras y su señora eran un dechado de bondad. Cuando algún niño movía el fuelle con poca energía (entonces la falta de alimentos era una constante) el tió Nogueras acompañaba con la palabra “…sopas solo….sopas solo…sopas solo….” Entonces llamaba a su mujer (no recuerdo el nombre) y le decía “dale a este chico unas sardinas que mancha poco, no ha comido bien y le falta fuerza”. Manchar es como se conoce a la acción de mover el fuelle. Después de las sardinas el movimiento del fuelle cambiaba y las palabras del herrero también, a la vez que el chico manchaba repetía”…..sardinas y sopas, sardinas y sopas, sardinas y sopas, sardinas y sopas…..” Esto no marcha todavía, se decía y llamaba de nuevo a su mujer indicándole la conveniencia de que le hiciera al chico unos huevos fritos. Una vez dado cuenta  del almuerzo, el chico se lanzaba  decidido a manchar con el fuelle y ahora tanto el ritmo como el discurso cambiaron “…..sardinas, sopas y huevos, sardinas, sopas y huevos, sardinas,  sopas y huevos……” y la fragua relucía con todo su fulgor, calentando el hierro hasta ponerlo incandescente en cuestión de segundos.

Por ello nunca faltaban en la fragua niños para manchar.

 

3 comentarios

cruz -

Fernando, da gusto leerte; todo el pasado de nuestro pueblo es nuestra herencia, y esos recuerdos tuyos es la historia.

Avelina -

¡Que ternura!, realmente debían de ser buenas personas, pero como dice Porfi
debe hacer muchísimos años, yo solo recuerdo la herrería de Celso, pero sí recuerdo nítidamente el gran fuelle.

Porfi -

Querido Fernando.
Como bien díces de los 25 años primeros del 1900 ni siquiera los "puretos" (palabra canaria que significa pasaitos de tempero) de la página alcanzaremos a situar.
Sin embargo la claridad de tu exposición y los detalles cariñosos de tu remembranza nos suponen que aquellas personas tan agradables aparezcan nítidas y refulgentes ante nuestros ojos.
¿Qué importa no haber conocido o no ser coetáneos de las personas citadas,si vienen cargadas de buenas vibraciones, mejores actitudes sociales y heroicos modos de colaboración y supervivencia?.
Ésos siempre serán UNOS de los nuestros.