Pablo Neruda.
Hablar de Chile es hablar de Pablo Neruda.
Y sobre todo de Isla Negra, de Valparaíso, de Mar del Plata y de Santiago.
Por todos los rincones de la geografía aparece la imagen, la devoción, el respeto, el recuerdo grato a ése poeta que dícen suyo, pero que en realidad, fue de todos.
En jardines, plazas, edificios emblemáticos es decir en todo lo remarcable aparece de una manera u otra la figura insigne de éste prohombre de las letras que es sin duda, junto a Gabriela Mistral, su principal valor cultural.
Estuvimos en Mar del Plata en el Ateneo donde adoptó ese seudónimo por sus ideas de izquierda perseguida entonces y con el que se haría famoso, y que después inscribiría como nombre propio ya que sabeis que de nacimiento se llamaba Neptalí Ricardo Reyes Basoalto.
En el Liceo de Niñas conoció a Gabriela Mistral quien le animó a seguir con su obra poética que tenía medio abandonada por sus incursiones juveniles en la política.
En su casa de Valparaíso en las alturas imposibles de aquellas calles sinuosas y de subidas de vértigo, pero con la calma y placidez de los dias sin ruido, se refugiaba cuando quería evadirse del mundo y sus miserias.
Convertida en Museo con el nombre de La Sebastiana transmite en sus habitaciones y salones las esencias y sabores de aquellos poemas que hicieron lo suficiente para hacernos meditar el rumbo atolondrado de nuestras vidas juveniles.
En Isla Negra también llamada la Chascona, todo es sosiego y tranquilidad. Observas la forma enclaustrada y meditadora en que debieron transcurrir aquellos tristes años pasados allí.
Descubrí por las observaciones de un guia estupendo que en las elecciones que ganó Salvador Allende en 1970 y que después lamentablemente le costó la vida a manos del fascismo más imperdonable, el candidato elegido había sido él pero que renunció a favor de su amigo prefiriendo irse de embajador a Francia.
Hoy al recordarlo solo siento el ánimo del homenaje más sincero no solo por los poemas que nos hicieron disfrutar tanto, sino por su forma de vida que nos condujo a vivir sin envidias, sin temores, con la cabeza bien alta, en fin, nos enseñó a soñar.
2 comentarios
Daniel Redondo Rojas -
Gracias Pili E., por darme pié a este comentario, a renglón seguido del tuyo.
Pily E. -
Gracias.