Para Abel.
He visto flores de colores, sobre tu cuerpo exánime. Las lágrimas resbalaban por las mejillas de algunos ojos enrojecidos por el coraje. He visto muchas manos, aquellas manos que no tuviste o a las que no pudiste agarrarte para salir del torbellino en que se había convertido tu peregrinaje. Sin sentir, siento el dolor. El dolor que poco a poco consumía tu cuerpo hasta dejarlo en nada. El dolor del desánimo, del desamor, de las miradas esquivas, que adormecen el alma. Siento el vacío tardío de la impotencia y frustración de quien no hace nada. La indiferencia, convertida en rutina mientras el sufrimiento avanza. Terminó el tiempo de la esperanza amarga. Descansa el cuerpo, se libera el alma.
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merche -