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EspirALMA

Ayer tuve ocasión de realizar un sinuoso paseo acompañado por  el perenne sonido de las olas sobre el acantilado. Contemplé la frialdad de un espacio anestesiado por el  suave tejido de las mallas azules que contrastan con el  abrupto y rectilíneo laberinto de los palot. Se iluminaron mis ojos ante la modelada figura de los barros, mi retina retuvo el acompasado silencio de los atriles que  soportaban alegres  el color captado por tantos objetivos que encarcelaron para nosotros  el sentido de la vida que a los ojos escapa y que encuadrado alegra el alma y sirve para apreciar la belleza de lo extraño.

Escuche sobrecogido el color del óleo arrastrado sobre el lienzo, la suavidad con que el artista acariciaba el pincel que sostenía entre sus manos y que abstraído de su realidad, la transformaba para deleite de lo humano. Encontré volúmenes entrecortados, que olían a naturaleza de piedra y campo. El color de la fruta, aroma de esfuerzo, sudor y llanto.

En un rincón, bajo la suave luz que tamizaban telas de natural trazado, los prodigios de la ciencia reflejaban el saber humano; el odio, el amor, la pasión, la risa, el dolor, el esperpento, la vida en sus diferentes trazos. Y llegó  el cine, las humildes manos de voluntariosos artistas acercaron al pueblo las  figuras del estrellato.   Actores de cine, guionistas, realizadores, directores, aficionados al arte de contar en ficción, nuestro peregrinar mundano. 

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