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barbacana

¿Cómo si nos conociéramos de toda la vida?.

¡Y de toda la vida nos conocemos!.

El que arde en deseos de conocerte y de estar con vosotros soy yo.

Nadie que no lo haya vivido puede entender lo que forja el carácter y la relación mutua el compartir el deporte, la lucha por la victoria y la superación del día a día en el ámbito de un pueblo donde entonces, apenas si había algo más.

El fútbol era lo especial de los domingos y casi de la semana.

Entenderlo hoy quizá cueste porque entre informática, Tv a la carta, más dinero para gastos y dispendios, coches por doquier, carreteras que hacen que tomar un café en Zaragoza sea menos esfuerzo que antes pasar en bicicleta a La Almunia o a Ricla por el camino el Francés.

La amistad con tu padre se fundamenta en luchar en el mismo lado de la trinchera, en hacer lo que convenga al otro para que salga victorioso en una batalla donde tú también saldrás ganador, en unirte en espíritu en la defensa del escudo y el nombre de un pueblo que aun siendo más pequeño “te va a dar un repaso de narices ….chaval”, en compartir tantas cosas cercanas que hablar de Adolfo siempre, pero siempre, mi niña Mariola me supone una liberación de los sentidos, un canto a la amistad, una bocanada de aire fresco, una de ésas que venían siempre por la línea del río a eso de los mediodías de toda mi niñez y mi adolescencia y a las que mi abuelo llamaba…

“LA VOLADICA DE LAS DOCE”.

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