Mexico DF
En 1997, hicimos viaje a México, en la capital en el distrito Federal
paseamos por una, avenida (San José Insurgentes), que tiene
40 km. (creo que la más grande del mundo) cansados de dar vueltas,
mi marido y mi hija pequeña se fueron al hotel, mientras, Noemí y yo
nos sentamos en el banco de un parquecito a descansar.
Nos fijamos en un niño de unos dos añitos, sucio y desaliñado que andaba
detrás de otra niña de unos 3 años, igual que él, como no hacían más
que subir y bajar de la acera, miramos alrededor, y al no ver a nadie
nos inquietamos, ya que esa avenida tiene un tráfico horroroso.
Mi hija fue a por ellos y los atrajo hasta el banco, les pregunto
dónde estaban papá o mamá, pero eran muy pequeños, nos miraban
y se reían. Noemí se acercó a una mujer que vendía patatas fritas
en un semáforo, compró un paquete, y los entretuvimos con eso.
Pasado un rato se nos acercó un guardia de tráfico, y me dijo:
¿le gusta el chamaquito señora?, y yo le dije que naturalmente, pero
que estaba preocupada, porque esos niños estaban solos en un sitio
tan peligroso. A partir de ahí fue un torrente de frases como:
“Se lo puede llevar señora””todo legal” vamos al edificio de enfrente
y le hacemos la adopción” yo le garantizo la rapidez”, sin problemas”
Se dio cuenta que éramos españolas y vio negocio rápido, en la “venta
del niño”, resultó que la madre era la vendedora de patatas, india que
apenas hablaba español, que tenía dos hijos mas, y que estaba sola
viviendo en las calles, y el guardia era una especie de “amigo”.
Todavía me emociono al recordarlo, Noemí llorando y diciéndome
que adoptáramos también a la niña, que no los separáramos, yo
intentando hablar con la madre, intentando averiguar como podíamos
ayudarla, y razonando que una decisión así no se puede hacer sin
meditarla y consultarla con serenidad. Fue imposible, no había
domicilio ni otra referencia donde poder dar ayuda. Al final le
anoté en un papel la dirección de una institución religiosa, donde
teníamos una tía de Jose, le insistimos en que allí la podían ayudar
ya que son hermanas de la caridad y tienen un colegio donde acogen
a niñas y niños en esas circunstancias. Yo creo que nos entendió a
medias.
La llegada al hotel fue penosa, las dos llorando e impotentes, y con
la sensación de haber podido hacer algo, y no hacerlo.
Nunca olvidaremos a esos niños, los apadrinamientos son necesarios
pero la acción directa hubiera sido mucho mas justa, si, eso es la
palabra que lo define : impotencia y tristeza.
1 comentario
Porfi -
Éso es un alma limpia y generosa.
Éso es una hermana ¡hermana!.