La partida..... 1ª parte.
¡Te pareces al Jamesdin!.
Pues no, te equivocas, hoy voy de Marlonbrando.
Pues sí. El pelo no me podía hacer ya aquella protuberancia flequillera hacia atrás y aquella sonrisa de ágata y tan arrogante del James.
La inicial pérdida de algo de pelo, el corte petígarçon, la sonrisa como de nervios atribulados, la cazadora de piel negra con el cuello levantado, los pantalones de fieltro ceñidos y sobre todo los botines media-caña negros de los Guerrilleros me daban el aspecto del Marlon en la Ley del Silencio. ¡Para qué negarlo!...
¡O eso creía yo!.
Llevaba en los dos bolsillos interiores de la cazadora los dos tesoros que debía conservar. En uno las 30.000 pesetas que habíamos reunido entre los 5, (la dueña de la pensión, dos amigos sirios, e Hito el japonés amigo de la dueña de la pensión) atadas en dos vueltas con una goma de coleta de alguna de mis guapas amigas. En el otro, el paquete de Cámel sin filtro de repuesto que nunca debía faltarme.
En el bolsillo derecho del pantalón el paquete medio vacío de la misma marca y el precioso encendedor bic-rojo que no fallaba nunca, en el izquierdo, entre algunas monedas con la cara de Franco a puntito de diñarla, la pequeña navaja que mi padre me había regalado en su momento, aunque jamás pensando, en la utilidad a que yo la podría llegar a destinar.
El agua de la fuerte lluvia, privada de penetrar libre por el cuello por el cerramiento perfecto de la cremallera hasta las orejas, resbalaba tranquilamente por la cazadora hacia el pantalón que se resguardaba de ella en un perfecto y misterioso encogimiento de abdomen, que facilitaba su caída libre hasta el suelo encharcado.
No había llovido así desde que enterraron al tió Canuto pues cuentan que la caja era de hierro y hasta ¡flotaba!.
Todo había sido organizado por Dª…., originaria de Manacor, la citada arrendadora de habitaciones en la calle Galileo. “Tú no te preocupes, los táxis están pagados, ida y vuelta. Barra libre. Juega con calma ¡como si el dinero no fuera tuyo!, como si jugaras aquí en casa con nosotros y nos ganases como siempre, vamos ¡como haces aquí!...”.
La cita era en la salida del metro de Quevedo. Allí me recogería el táxi que me llevaría al lugar desconocido donde se celebraban las clandestinas partidas.
El ligero bailoteo de calentamiento de boxeador, sin mover los pies del sitio, debían darme un aire de chulo exhibicionista que aguanta bajo la lluvia sin mover un solo músculo de la cara.
Paró el táxi frente a mí, se bajó el cristal del copiloto y el conductor, acercándose a la ventanilla me susurró con una voz meliflua: ¿Eres tú el estudiante?....
Metí la cabeza por la ventanilla y unas gotitas de agua cayeron suavemente sobre el asiento de eskay: ¡Creo que sí!... me salió de la garganta como si estuviese hablando de un compañero desaparecido.
Pues súbe, ¡que te estás poniendo como una sopa!.
Me quité la cazadora que envolví sobre mis piernas y me senté a su lado, como para significar que no estaba nervioso.
¿Y de donde eres, chaval?....
De Calatorao…
¿De quéééé…?.
De Calatorao, joder.
De Calatra … qué.
¿Usted no ha oido hablar de Calatorao?.. pues vaya taxista.
¡Es el mejor pueblo de la provincia de Zaragoza!.
Todos decís lo mismo. Yo de Zaragoza he oido hablar de Calatayud, de La Almunia, de Casetas de donde es la mujer de mi cuñao… pero de eso que dices tú….
Hala venga, Vd. a conducir que debe ser lo que mejor se le dá.
El coche enfiló hacia los arrabales. Pasamos Carabanchel y salimos a una oscura barriada donde el tiempo parecía haberse detenido.
En una calle embarrada y llena de coches abandonadas acercó el coche a una puerta de garaje o de chatarrería y me dijo: es ahí enfrente en las Dos Mariposas.
El bar era todo lo sórdido que suelen ser los bares de los arrabales.
La sinfonola desgranaba los chillidos gatunos del lalalá de la Massiel como si fuera la música de fondo de una cueva de julandrones.
A la entrada dos viejos compartían mesa, copa y dominó ajenos por completo a mi presencia y a mis nervios.
Me acerqué al mostrador donde una gorda-gorda, pero gorda, de ésas bien gordas se fumaba una faria como hacía yo para las Fiestas del pueblo con los Montecristos del Casino.
¿Qué le ponemos a ésta buena pieza?.....
Un Kas de….
¿Un qué……?
Un Kas de limón Señora.
Joder, que fino el niño, Señora, hace como 25 años que no me lo decían, desde que dejé la esquina de la Ballesta.
Ahí va el Kas ¡que te veo muy animao!.
Se acercó el camarero medio enano que atendía la mesa del fondo y me preguntó: A ti te ha traido Sebastián ¿no?..
Pues no sé, me trajo el taxista que está ahí fuera.
Joder, Sebastián… lo que digo yo.
Anda vamos que la cosa está animadita.
Espere que pago el Kas.
Aquí hay barra libre. Aquí no se paga el bebercio…
Me condujo al fondo del local, abrió una pequeña puerta al lado de la del váter, que despedía un olor que rogué a Dios que no me diesen ganas de ¡ya sabeis!, y pasamos por un pequeño corredor flanqueado por docenas de cajas de cerveza vacías a un lado y llenas al otro mal apiladas que hacían casi imposible el tránsito hasta otra pequeña puerta tan baja que me tuvo que advertir: ¡Cuidado, no te dejes los cuernos ahí!.
Bajamos una oxidada escalera de caracol de dos vueltas y llegamos a otra puerta que una vez abierta me lanzó a la cara una vaharada de calor, alientos y humo de cigarrillo que me hízo pensar si aquello había sido una buena idea, si merecía la pena seguir adelante.
Me sentó en un pequeño taburete al lado de una barra donde atendía una jóven preciosa, con una falda por debajo justito de donde termina la lencería y con unos labios tan rojos que aparentaba haberse trajinado hacía un segundo un melocotón madurito.
¡Ojo!, ¿eh?... ques mi hija.
A mí como si es su abuela.
La jóven se me acercó, colocó los codos en la barra de madera como si fuese a ponerse a rezar y me dijo: Así se trata a los macarras… ¿Qué te pongo chato?.. que hay barra libre.
Entonces me dí cuenta que continuaba con la botella de Kas en la mano y se la enseñé;
Ya estoy servido, Señorita.
UUUUYUUUUYYYYY, qué fino el niño. Tómate un güiski que vas a pagar alguno más…
La mesa del fondo acogía entre vasos, fajos de billetes, cartas desperdigadas, ceniceros con colillas de meses y un enorme bolso rojo de terciopelo, las manos sin vestigios de trabajar de las cuatro personas que jugaban en ella.
¿Quiénes son?..
Eso, te costará llevarme al cine Gran Via el lunes de la semana que viene, a ver los Violentos de Kelli…. ¡que cerramos!.
Le díje que sí sabiendo que era imposible…
Al día siguiente yo me íba a Lanzarote.
A iniciar una nueva singladura, a tratar de cambiar de rumbo…. A vivir…..
Continuará….
4 comentarios
Casimiro -
Lo importante, és expresar lo que quieres y sientes en cada momento.
Si hay comentarios, son gratificantes; pero si no los hay, tu mismo sientes tu propia satisfacción.
Un abrazo
Porfi -
O pasado, porque me parece que ha levantado poco interés.
Ya me pasó en su momento con otra historia en Kenia y Tanzania.
Cuando veo que no interesa, simplemente lo pospongo.
Aunque ya están escritos.
Casimiro -
Te leo y al final, comentamos la jugada completa.
Un abrazo
Pily E. -
Genio, que eres un genio.....